sábado, 30 de mayo de 2009

Las Crónicas de Canilius - III Parte: El Regreso del Rey Destronado

Recordarán sin duda vuesas mercedes las hazañas del singular caballero Canilius. En la Primera Parte de estas crónicas nuestro hacedor de glorias se enfrentaba al vil Ifrit, y en la Segunda Parte, el contumaz viajaba a la ciudad capitalina de Vegalá y paseaba tranquilo contemplando a las gentes de los mercados. De pronto es interrumpida su felicidad por infernales ruidos y tormentosos gritos…


Es la guerra. Un ejército enemigo ha invadido el lugar y en la ciudad reina el caos. Los mercaderes huyen a esconderse y llevan lo que pueden y lo que no pueden queda abandonado para que los carroñeros goblins lo rapiñen. En pocos segundos el ejército se adentra en la ciudad, las catapultas lanzan piedras, los hechiceros foguean, congelan, electrocutan, los demonios Shiva, Radamantis y Tifón son invocados, los orcos despedazan, trituran, quiebran miembros…El contraataque se torna complicado pues la mayoría de los guerreros y hechiceros fieles a su majestad están ahora sin armadura, descansados en las tabernas, ebrios de cerveza y del poder que les da el ser funcionario de espadas y conjuros.

Pero entonces el rey Constantín I baja desde el castillo al lugar de la contienda, a lomo
s de su refulgente dragón, de especie selecta, de los mejores criaderos del reino. Al fin toma tierra para incorporarse al campo de batalla. Es entonces cuando se revela el artífice de la invasión. A lomos de un corcel escarlata aparece Romarrón XIV, llamado por el populacho “el truhán”, que viene a reclamar el trono como descendiente de la dinastía de los epoes que habían gobernado el reino desde tiempos inmemoriales. Eso fue hasta el advenimiento de Constantín I, llamado por el populacho “el liberador” y heredero del linaje de los epés.

Los dos reyes quedan fuera de sus monturas, y se colocan de pie uno frente al otro, dispuestos a batirse en definitivo duelo, uno a izquierda, el otro a derecha. El contumaz admira con orgullo esta escena desde un escondite cercano, y ya maquina su clarividente cabeza la mejor forma de presentar batalla y obedecer a sus deberes de caballero…

– Cagontó, le tenía que haber hecho caso a mi pare, y haberme quedao plantando tomateh. Menoh mal que estaba aquí el barril ehte y me he podío ehcondé. Paquito, cojone, echate p’allá que no cabemoh… Aunque, por otro lao, ¿qué estoy haciendo aquí? Yo elegí seh guerrero y guerrero voy a morí… Así que, Paquito ya te estás saliendo y ve a defendé al rey, anda, que yo te voy indicando…
– ¿Tú está de cachondeo, no Cani? Además el guerrero ere tú, yo estoy para limpiarte la armadura, pa guardarte las pocione, pero er que tiene que pencá en las batallas ereh tú.
– Tienes razón. Ya no aguanto más aquí aentro. ¡Hop! ¡¡¡Voy en vuestro aucilio majestá!!!… Allá voy… ¡¡Por Ciccania!! ¡¡Muere peaso bellacoooo…!! ¡Toma! ¡Toma!
– ¡Cani!, ¡¿qué hase?!, ¡que le estás pegando al que no es!… ¡Que ese es Constantín!
– Coño, ¿que no es este…? Eh… ottiah, perdone, su majestad, es que no me había traío yo lah gafah del lejoh y entonse… Y como no le había visto a usté en persona nunca, y es que es usté Shrek chupando limone… ehn? Con esa cara he pensao que… eeee… No que bien mirao tiene usté un… un… un… porte que…
que se nota que es usté rey, vamoh… estooooo… bueno yo me voy…

Cuán comprensivo, cuán avispado, cuán sutil es el caballero que sabe que estos litigios sólo pueden ser resueltos entre reyes. Vuelve el contumaz con su escudero a narrarle la chanza que ha tenido con el ser de más alta alcurnia que hay en Ciccania.

–No vea tú el rey, Paquito. Lo bien que moja sopone. Qué mal lo he pasao, la cara de bulldog estreñío que me ha puetto. Pero ahora… me he fijao en el otro… er Marrón, ¿no era? Ese es todavía peó. De gordo no tiene ná, pero de feo… Qué feo eh el hijo puta, la mare que lo parió… Yo pa mí que es el hijo secreto del señor Burns y la bruja que sale en Blancanieve de Guor Disney…
–Cani, me acaba de decir un goblin que ha habido una traición contra el rey Constantín. Dicen que ha sido alguien del ducado de Trobún. Estaba compinchao con Romarrón y ha comprao a parte de la guardia prometiéndole el dinero del enemigo…
–O sea que el colega ehte, er Romarrón, tiene guita, tiene jurdoreh, ¿no?

El contumaz departe con su escudero cuando un grito sobrecoge el aire. Ya no caben más conjeturas. La derrota es certera. La ciudad está perdida, el rey Constantín cae vencido. Entonces Canilius levanta la vista y contempla, afligido, a su soberano yaciendo a los pies de su enemigo. La ciudad ha cambiado de manos. Romarrón XIV es el nuevo rey. Presto como las águilas o las sirenas, con ánimo vigoroso, el generoso contumaz Canilius se dirige al lugar donde su señor acaba de morir.

–Ay, majestad Romarrón, hay que ver qué categoría, qué forma de vencer, qué bellesa en su semblante, es que es usted el mejor, ¿ha vitto uhte er rey que teníamo asquí?, que eso no valía pa ná… Las carreterah, ya le digo yo, toa llena de bache, y la plaza, mierda por toh lao, que he vitto yo ratah como gatoh jugando a las cartah. Hablando de tó un poco, ya que se lo he puesto yo a usté en bandeja como quien dise, ya que le di yo la primera corná, ¿no tendrá usté argo pa mí? Yo no le pido mucho, verá es que me quiero hacé un chalersito ahí en la playa de Barrosalá y resurta que no tengo papeleh, y me han dicho que es terreno no urbanisao o no sé qué pamplina, ¿no podríamo hasé un apañillo entre usté y yo? Bueno ya hablamoh, ¿ehn? Perdone la molehtia, a sus pieh, majestad, a sus pieh…

Y aunque la ciudad cambie de dueño, aunque le agujereen las flaquezas, siguen las aventuras del contumaz y de su fiel Paquitt, desfaciendo entuertos aquí y allá, conquistando tierras y doncellas, liquidando monstruos, orcos y dragones. Pero de pronto, algo eriza la cutícula del guerrero por debajo de su legendaria armadura, un grito desolador, terrible y pavoroso, que mataría a cien cíclopes. Es algo que este humilde narrador no es siquiera capaz de contar pues aunque me ha sido encomendada la labor de relatar estas crónicas y legarlas a la posteridad, los horizontes de mi intelecto no llegan a abarcar la insólita naturaleza de esos últimos acontecimientos, y me estremezco de pavor sólo con imaginar ese terrible aullido. Por eso doy la voz simplemente a aquellos personajes para que sean ellos los que hablen definitivamente por mí...

–¡¡¡¡Caaaaaaaniiiiiiii!!!! ¡No arme máh escándalo y apaga ya el ordenador que son las tres de la mañana! Deja er vicio ya hijo. Que se te van a poneh los ojos cuadrao como la pantalla. Y dile al Paquito que se vaya ya pa su casa, que mañana tiene que ir al colegio, que su mare se orvida de él, y se cree que tengo yo aquí montá una guardería.
–¡Ya voy omá!, no sea más pesá. Coño, Paquito, las tres ya. No me he dao ni cuenta. ¿Mañana qué…? Echamo otra partía, ¿no? Vente, que yo sin ti no hago ná, que tú entiende er juego mejó que yo.
–Tranquilo, Cani, que mañana estaré aquí otra vez, que yu’ll never wolk alon, tú nunca caminarás solo, iguá que el equipo inglé ese, el Liverpool.

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Imágenes:

- Final Fantasy II, Square Enix (portada)
- El Señor de los Anillos - Batallas por la Tierra Media, Electronic Arts
- Warhammer Online, Electronic Arts
- The Elder Scroll IV - Oblivion, Bethesda

lunes, 18 de mayo de 2009

Hasta mañana

Le temo al sueño
que me da en torbellino la certeza
el cáliz donde urdo lo imposible
y corro me deslizo salto vuelo
en pos de lo que apenas se vislumbra

(…)

Quiero borrar el sueño
que descorteza el estupor y el pino
que a mi pesar confirma el que no soy
que ama cuerpos que no son presagios
y se entrega rehén cuando amanece

M. B. (en Yesterday y mañana)

Inventarte es mi forma de creerte

M. B. (en A ras de sueño)

Desde el espejo
mis ojos no me miran
miran al tiempo

M.B. (en El Rincón de los Haikus)

Que golpee y golpee
hasta que nadie
pueda ya hacerse el sordo
que golpee y golpee
hasta que el poeta
sepa
o por lo menos crea
que es a él
a quién llaman


M. B. (en Contra los puentes levadizos)

Defender la alegría como una trinchera
defenderla del caos y de las pesadillas
de la ajada miseria y de los miserables
de las ausencias breves y definitivas

M. B. (en Preguntas al azar)



En las manos traigo
viejas señales

son mis manos de ahora
no las de antes

(…)

El azar nos ofrece
su doble vía
vos con tus soledades
yo con las mías

y eso tampoco
si habito en tu memoria
no estaré solo

(…)

Mírame pronto
antes que en un descuido
me vuelva otro

(…)

Doy lo que puedo
y no tengo vergüenza
del sentimiento


M. B. (en El olvido está lleno de memoria)

Tengo un mañana que es mío
y un mañana que es de todos
el mío acaba mañana
pero sobrevive el otro.

M. B. (en Yesterday y mañana)



Ayer acabó tu mañana. Pero te queda el otro. Por eso seguimos oyendo tu voz.

Hasta mañana. Hasta siempre.

Pinturas de Lola Frexas, publicadas en Acordes Cotidianos, Mario Benedetti, 2000, Vergara y Riba Editoras
Retrato de Benedetti: Rodolfo Fucile http://www.educared.org.ar/imaginaria/14/5/fucile.htm

jueves, 14 de mayo de 2009

Amores, amores...

La Escuela – Colectivo de Letras Libres (en la que aporto mi granito de arena como componente del grupo) tiende en estos días sus letras al sol del amor, y del desamor, en todas sus variantes: edulcorado, caótico, equilibrado, sucio, becqueriano, solitario, evocado, beatleliano, aquítepilloaquítematiano, etc, etc, etc. Primavera mediante, estos locos letraslibrescos preparamos próximos recitales dedicados a todos esos amores posibles.

Y por si fuera poco, muy prontito se celebrará el enlace de una pareja del grupo. Tanto él como ella son unas personas muy queridas por todos nosotros. No puedo dar más datos (no quiero invadir su intimidad) pero mando desde aquí un beso muy grande y un abrazo igual de grande a los "presuntos" implicados.

Para celebrar tales circunstancias, como flota en el ambiente tanta emanación primaveral, cuelgo por un lado un diseño (muy sencillo) que he hecho para un marcapáginas con mi poema La Playa de las Palabras. Que sí, que sí, que ya sé que el poema no es tan sensiblero como yo pensaba al principio… Ya me he dado cuenta de que el que estaba empalagoso en la época que lo escribí era yo. Si es que…

Clickad sobre la imagen para ver la versión ampliada.

En segundo lugar, una nueva versión de Dosssss…, poema que algunos compis me dicen que todavía tengo que ampliar más. Intentaré hacerles caso… Y a la par que los nuevos versos añadiré en cada versión una ‘s’ más al título. Pero cada una de ellas, cada s, vendrá a decir lo mismo, tendrá el mismo significado que la anterior. Cada una será un siseo sibilino que acaricie y que susurre al oído las mismas palabras…


Dosssss…

Dos no es un valor
es el susurro de unos besos,
un siseo bajo la ropa,
el silbido de un tren
que hace paradas caprichosas.

Dos es un oasis
en un ardiente infinito.
Pende leve, frágil,
de una madeja de hilo.

Dos, ese valor,
que no es muy cierto
que es más que uno
que es más que el tiempo…

...

Besos

viernes, 8 de mayo de 2009

Las Crónicas de Canilius - II Parte: La Ciudad Vetusta y Bulliciosa

Habíamos dejado en la Primera Parte de estas arcanas crónicas a nuestro ilustre guerrero el contumaz Canilius en una épica afrenta con el terrible diablo Ifrit. Cuando al fin logra escapar de tan demoníaca alimaña, el contumaz se debate en carrera por los páramos en búsqueda de su inseparable compañero el pávido hobbit Paquitt…


– ¡Paquito…! ¿ónde te has metido?
– Aquí estoy Cani. Uf, qué mal trago… Tu sabrá que a Kunta se lo cargó el bicho ese.
– Bueno, a mí es que me ha pillao en mal momento, lo llego a cogé en otra hora y lo dejo hecho un pinchito moruno.
– Ya, ya. Menoh rolloh Cani. A vé como salimoh ahora de aquí.
– Espérate Paquito, ¿por aquí no estaba la parada del autobúh, del número cuatro?
– ¿Qué autobúh? ¿Qué dice Cani?
– Bueno er cacharro ese, tú me entiende…

No podría estar más acertado el valeroso guerrero. En efecto, los sinuosos laberintos de la gruta les llevan hasta el Canarán, el vehículo que recientemente ha dispuesto el bravo rey Constantín I, ese ingenio que recibe su nombre de las aves amarillas gigantes que lo jalan, esa anchurosa caravana que transporta a mercachifles y campesinos, a perdidos y olvidadizos hacia la capital del reino, la ciudad de Vegalá. Pronto van a subir a él los dos guerreros, y el contumaz da muestras de su vasta generosidad, cuando habla así al cobarde Paquitt:

– Paquito, paga tú que yo no llevo suelto.
– No, si tú nunca lleva, Cani. Ni suelto ni junto…

Cuán digno de alabanza el guerrero que se mezcla entre la estofa más baja. Ya lo hace ya se sube al Canarán, ya los pájaros mueven sus delgados miembros, ya abren sus dulces alas, ya se apartan las vastas puertas de la estación, y al fin la caravana abandona el subterráneo para conquistar el cielo. Poco a poco van asomando los vetustos, lustrosos y escultóricos edificios de Vegalá, sus bellas fuentes, el hormigueo de sus mercados, sus esculturas que harían arder de envidia a Fidias o a Praxíteles. Al fin llegan los dos jóvenes a la ciudad y se bajan del Canarán. Allí los dos viajeros se dirigen al mercado Zapla, el lugar más concurrido de la ciudad, donde se dan cita la obscenidad, la charlatanería, la codicia y la mentira, los aldeanos rumiantes, los comerciantes ladinos, los mercaderes rapaces, el porte bravucón de los guerreros, los mentones airados de la servidumbre palaciega, la belleza de amazona de las doncellas. Allí el valiente guerrero da muestras de su agudeza al observar las diferentes clases. Por ejemplo, cuando ve pasar a una encopetada elfa, de dulce nariz y estirado mentón, de caderas de laúd que tocan una lujuriosa canción al viento, de pies que rocían de diamantes el suelo que pisan:

– Joé, no le cabe ná a la elfa esa. Mira, mira cómo mueve lo que mueve.
– Cani, quita, que esa es la hija del duque Trobún, fiel siervo del rey. Además dicen que practica la hechicería, que es capaz de invocar a Bahamut, el rey de los dragones. Que lo de Ifrit no ha sido ná al lao de lo que te pueden hacer esta gente.
– Anda, anda… Esa suspira por mis pieh, en cuanto yo me ponga enfrente y diga: Aquí está er tío… Ah, vamo, iba a sé la primera…
– Cani, que las del “Fauno Pepinero” no cuentan… Esas se echan encima de to el que tenga media moneda de oro… Mira como te dejaron a ti…
– Tieso, Paquito, dilo hijo, tieso…

O también al ver a Ropaquís, legendario guerrero, domador de minotauros, de capa escarlata y cota estrellada:

– Ira, er carajote, que va andando que parece un palomo embuchao. Te quiere ir ya. Anda que como te coja te iba tú a enterar.
– Cani, que ese tío sabe usar el hechizo de fulgor de nivel doce y el de hielo de nivel dieciocho. Que como te coja él a ti, te va crujir, pero bien crujío.
– Ja, hechizo de hielo, el hielo de ése me los echo en er cubata. Me va echá cohone a mí.

O al departir sobre la mercancía, con un rapaz mercader:

– ¿Cómo? ¿tres mir quinientas monedas por una mierda escudo de paja? Tú quien te cree que soy yo… Borja Thyssen? Que me la quiera clavá tú a mí, vamoh… Que me quiere dejá el ojete como la bandera de Japón? ¿Y esta poción curativa? ¿7500?!! No tengo yo que matá muchos orcos pa podé pagarte a ti esto. Y luego si estuviera buena, pero qué asco, si esto lo hace tú con Primperan y pirriaque der malo, que me lo han dicho a mí. Vamo hombre, ahí te queda…
Sin darle tiempo a respirar el aire de los mejunjes del mercado, a escuchar la desfachada pedantería de los elfos de los paseos o la rudeza de los enanos viejos en las tabernas, un sobresalto acongoja a la ciudad, una explosión ha derrumbado la muralla a unos metros del mercado, una cetrina corneta invade el aire, le siguen el rugir de los caballos, el gemido de los pájaros de fuego. Es la guerra.
...
...

3ª PARTE

Imágenes: Final Fantasy II, IX y XI (Square-Enix), Rogue Galaxy (Level 5, Sony)
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